Aunque encaja en la definición de dialecto y es considerado como tal por la mayoría de los lingüistas, motivos histórico-políticos han llevado a creer a muchas personas (en España) que no es tal, hasta el punto de que oficialmente es definido como «modalidad lingüística andaluza» (por la Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía).
Al no provenir en su totalidad del castellano, algunos lingüistas opinan que no debe ser considerado diacrónicamente un dialecto de él, sino más bien una hibridación lingüística, una lengua pidgin mozárabe-castellana, al combinar, según estos estudiosos, rasgos fonéticos, morfológicos y sintácticos de la variedad romance del sur peninsular, con una base léxica fundamentalmente castellana (si bien matizada con una minoría léxica mozárabe), además de una fuerte aportación morfosintáctica también castellana.
No obstante muchos de los rasgos fonéticos del andaluz (no todos) han sido explicados habitualmente como una evolución "natural" de la fonética castellana, comparable a la sufrida por otros dialectos romances. Además la mayoría de los lingüistas defienden una evolución innovadora propia, sin necesidad de sustrato mozárabe, de la mayoría de rasgos morfológicos y sintácticos del andaluz.
Por lo tanto, la denominación modalidad lingüística andaluza es la preferida tanto de los que niegan su condición de dialecto de la lengua histórica castellana, estableciéndose su independencia de esta (por considerar estos que tal denominación no marca subordinación con respecto al español), como por los negadores de la realidad lingüística andaluza, todavía aferrados al prejuicio del "mal hablar andaluz". Estos últimos, aunque cada vez más minoritarios, han influido profundamente en la concepción propia de los andaluces sobre lo que hablan y en la percepción social negativa del andaluz, siendo por tanto los principales motivadores de la existencia del complejo de inferioridad lingüístico andaluz.
Por otra parte, la mayoría de los lingüistas se inclinan por denominarlo dialecto y parece no haber demasiada controversia en medios académicos, excluyendo la muy minoritaria corriente que defiende el carácter de lengua pidgin mozárabe-castellana del andaluz.
El andaluz ha tenido tradicionalmente una visión muy negativa por parte de los hablantes de otras variedades lingüísticas de España (existen referencias que desprecian, rechazan o condenan al andaluz desde principios del siglo XVI).
Tal concepción se apoyaba (y aún lo hace entre la minoría de hablantes de español que rechaza el andaluz) en dos fundamentos: El primero era la idea extralingüística (esto era comprensible para el siglo XVI, pero bastante menos para el XXI) consistente en la supuesta "deformación" que supone del español "correcto", que tomaría como modelo al castellano del valle del Duero, por haber sido Castilla la Vieja el origen del idioma. El segundo pilar, algo más reciente, del rechazo social del andaluz, es la identificación falaz de lo hablado en Andalucía con la marginación, la miseria y atraso cultural que esta comunidad sufrió en el pasado. La mencionada identificación pretendidamente lógica, defendía que el principal factor creador de la diferencia lingüística andaluza, era la propia ignorancia y atraso de los andaluces (debido a la situación de pobreza extrema y crisis que ha sufrido Andalucía desde el siglo XVII hasta hace unas décadas, especialmente dura en los dos últimos siglos. Esta caracterización obviaba dos hechos fundamentales, la antigüedad de los rasgos andaluces, muy anteriores a la crisis socioeconómica andaluza, y el hecho de que al andaluz no lo caracterizan solamente sus rasgos fonéticos, sino que posee un abundante léxico propio y cierta variedad de rasgos morfosintácticos peculiares.
Esta idea negativa del andaluz en la conciencia colectiva de los hablantes españoles de otras variedades, sumada a la existencia de un pequeño pero influyente grupo de andaluces que a lo largo de la historia han rechazado el andaluz, intentando adaptarse voluntariamente a la variedad prestigiada septentrional, ha hecho que se desarrolle en los andaluces un fuerte complejo de inferioridad lingüístico.
En la actualidad, aunque en un proceso de liberación de complejos y prejuicios seculares, se perciben los rastros de tal concepción negativa de lo hablado por los propios andaluces, en hechos como la casi inexistencia de locutores en la radio y televisión públicas andaluzas que hablen de manera natural el andaluz, sustituyéndolo comúnmente por la misma variedad hablada por los locutores en Madrid o la artificiosa variedad del "andaluz cuidado" anteriormente mencionada (a diferencia de los medios de comunicación de cualquier país hispanoamericano o sin necesidad de acudir a estados soberanos, los medios de comunicación canarios, que respetan su modalidad lingüística en grado sumo), la vergüenza visible en muchos andaluces a utilizar su variedad ante un auditorio no andaluz o la insistencia en tópicos insultantes, como la caracterización de los hablantes de andaluz como ignorantes, miserables e iletrados que se jactan de serlo.
Esta situación de diglosia, relega al andaluz a la oralidad.
Extraido del artículo "el andaluz" de www.wikipedia.org
23.9.07
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